miércoles, 8 de marzo de 2017

Un Problema de Integridad - Hermógenes Pérez de Arce


En “El Mercurio” de ayer domingo los columnistas se atropellaron para darle a Sebastián Piñera benévolos consejos en esta coyuntura, diciéndole, en el fondo, “haga un fideicomiso realmente ciego con su fortuna, separe política de negocios y nos olvidamos de todo y lo volvemos a elegir”.

            ¡Si el problema no radica en la fortuna de Piñera, sino que en su falta de honestidad!

En el país hemos tenido Presidentes ricos y nadie se preocupaba de su patrimonio, porque se les sabía honrados. Don Jorge Alessandri era gran accionista y presidente de la Papelera y nadie tuvo dudas de que jamás iba a usar su condición de Jefe del Estado para favorecer los negocios de esa empresa.

El problema de Piñera no es lo que él tiene, sino lo que él es. Pasó gran parte de su administración enviándole mensajeros a Julio Ponce para obligarlo a fusionar las Cascadas, de una de las cuales era accionista, para hacer una “pasada” rentable. Lo presionaba abiertamente, como se desprende del testimonio de Ponce, nunca desmentido por los variados emisarios que Piñera le enviaba y que él nombró. Porque no tiene una ética que le diga que eso no se hace, sea Presidente o no.

Piñera había prometido que antes de asumir en 2010 se iba a deshacer de sus negocios susceptibles de generarle conflictos de interés, como Chilevisión, Colo Colo y LAN, pero no lo hizo hasta muy entrado su gobierno.

Sus huellas digitales quedaron en la crisis de la ANFP que terminó con la renuncia de Mayne-Nicholls y Bielsa y la asunción de Jadue, por la presión, entre otros, del club que él controlaba, Colo Colo, para mejorar sus ingresos amenazados por las políticas del saliente presidente de la ANFP. Cuando las apariencias se le hicieron indefendibles a Piñera, transfirió sus acciones de Colo Colo a un consuegro.

Las investigaciones sobre las platas políticas de SQM comprobaron que él las había recibido y las había ido a pedir personalmente a SQM, según testimonio de la secretaria de ésta, Danitza Yepes. Pero empleó esos fondos que le dieron para la elección, ésa y otras empresas, en mejorar los estados de su canal Chilevisión, pagándoles bonos a sus ejecutivos Conca y de Aguirre con esas platas electorales. Eso no lo hizo ninguno de los otros imputados, mucho más maltratados que él por la prensa y la justicia. Es que parece tener fuero. Y en el proceso judicial ha conseguido cargar todas las culpas a un ejecutivo de Bancard, que era además su administrador electoral. Pero el que lucró con todo ello fue él, que después vendió ventajosamente el canal. ¿Todo eso tiene que ver con el monto de su fortuna o con su personalidad?

También había asegurado, como Presidente, haber entregado la administración de sus negocios a un fideicomiso ciego, pero sólo gracias a las querellas recientes del diputado comunista Hugo Gutiérrez hemos venido a saber que no era así y que el 75 por ciento de su patrimonio estaba en el extranjero, a nombre de un Fondo de Inversión Privado y en paraísos fiscales, para no pagar impuestos. Y mientras tanto, como Presidente, nos subía los tributos a los chilenos que invertimos acá, porque “la calle” pedía una reforma tributaria y él estaba bajo en las encuestas.

¿Y qué decía la UDI cuando a Golborne le encontraron una inversión insignificante (en comparación con las de Piñera) en British Virgin Islands? Que por razones de probidad no podía ser su candidato. ¿Qué dice la UDI ahora que sabe de todos los paraísos fiscales donde Piñera, a espaldas de los chilenos, mantiene US$ 1.800 millones exentos de impuestos? Se atropella con RN a ver quién lo proclama primero. Así ambos partidos de derecha avalan las faltas de integridad.

Y si no hubiera sido por la otra querella del diputado comunista, nadie habría sabido que la minera Dominga, que se suponía era de Penta, a la cual la justicia acusa de haber sobornado a un subsecretario de Piñera, era también de éste, como mayor controlador de la dueña, Andes Iron. Jamás Piñera había dicho “esta boca es mía” al respecto. Se confió en que, como es habitual, la masa de los chilenos no sabía nada.

Estuvo presto a recibir ovaciones de los militares retirados, cuando era candidato y necesitaba sus votos, diciéndoles que se iba a preocupar de que los procesos contra ex uniformados no se alargaran y se les aplicara la prescripción. Pero ya Presidente triplicó el número de querellas por delitos prescritos y así se convirtió en cómplice activo de los jueces que negaban la prescripción. El peor cuchillo contra los militares, después de Patricio Aylwin, ha sido Sebastián Piñera. Ambos en busca del aplauso comunista. Eso tampoco tiene nada que ver con su fortuna, sino con su índole moral.


No se trata, entonces, de que el fideicomiso sea más o menos ciego ni el problema se va a solucionar porque “ahora sí” va a separar política y negocios. Porque ese problema no radica en su exceso de fortuna, sino en su falta de integridad.

Hermógenes Pérez de Arce

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