
Me voy a referir ahora a su actitud ante el aborto, pero podría extenderse esto a su actitud ante el “matrimonio” homosexual. Es claro que el aborto se acaba de aprobar en Chile por la acción mancomunada de Sebastián Piñera y Michelle Bachelet. La intervención de Bachelet es evidente porque, aunque ella también usa un discurso falso (lo que ahora no tengo tiempo de mostrar), por lo menos viste de rojo. Es una revolucionaria de palabras melifluas, apariencia bonachona, pero una revolucionaria de rojo, por lo menos.
La intervención de Piñera debe ser sacada a la luz con toda claridad. El 18 de abril de 2008 el Tribunal Constitucional, requerido por treinta y seis diputados de la Alianza, declaró inconstitucional la llamada “píldora del día después” en una sentencia valiente y profunda en la que no se pronunció sobre si esa píldora es o no abortiva (que lo es), sino que estableció: (a) que el Derecho constitucional protege toda vida humana, aun si el texto de la Constitución no lo dijera (considerando cuadragésimo séptimo y quincuagésimo quinto a sexagésimo); (b) que sin lugar a dudas el cigoto y el embrión son seres humanos (cuadragésimo noveno a quincuagésimo cuarto); (c) que la píldora podría ser abortiva; y (d) que, en caso de duda, hay que impedir su distribución precisamente porque no es legítimo correr el riesgo de destruir una vida humana inocente. Pues bien: el Presidente de la Alianza, Sebastián Piñera, acto seguido, declaró que en esta materia “valórica” debía haber “libertad” para estar a favor o en contra de la distribución de la píldora y fue un factor determinante en que se aprobara una ley que permitía su distribución en los consultorios, en abierto desacato a la sentencia del Tribunal Constitucional[1].
Piñera hizo esta jugada afirmando que la píldora no es abortiva, cuando todo el mundo sabe, y él también, que sí lo es, que, aunque puede tener un efecto anticonceptivo, sus índices de eficacia en impedir el desarrollo de un embarazo según los días en que se tome serían inexplicables si no tuviera también un efecto abortivo. De esta manera, mintió abiertamente, siguiendo el juego del gobierno; contribuyó a relajar más las costumbres de Chile; erosionó el respeto a la vida humana desde la concepción; y acobardó a muchos de los parlamentarios y de los Ministros del Tribunal que se habían atrevido valientemente a decir la verdad hasta que la propia Alianza se abalanzó en su contra. ¿Podría pensarse en una acción más deletérea que ésta de Sebastián Piñera en lo que respecta a la defensa de la vida y la dignidad humanas en Chile?
Lamentablemente, la respuesta a la pregunta anterior es “sí”. Piñera realizó una acción más deletérea, pues cuando tuvo ocasión de hacer nombramientos de Ministros del Tribunal Constitucional, sustituyó a José Antonio Viera-Gallo por M. L. Brahm, que fue quien inclinó la balanza en favor del aborto y que es una feminista a quien seguramente conoce bien pues era la persona de su mayor confianza en La Moneda[2].
Lo que puede verse por estas actuaciones de Sebastián Piñera es que él ha debilitado considerablemente a la importante porción de la población chilena que está dispuesta a exigir al poder político que respete la verdad moral como un límite infranqueable. (La verdad moral, por cierto, es el único limite real que puede oponer al Leviatán un ciudadano desprovisto de poder. Por eso precisamente los movimientos totalitarios y tiránicos intentan seducir a la masa para que se “libere” de la verdad moral: de este modo la masa queda a merced del gobierno tiránico o totalitario).
Desde hace años, cuando supe que Sebastián Piñera le había comprado Chilevisión a la familia Cisneros de Venezuela, sospeché que él sería la mampara de la familia Rockefeller en Chile, así como los Cisneros son la mampara en Venezuela. Pero no me atreví a publicar esto porque me pareció que la evidencia de los apetitos revolucionarios del empresario chileno no era tan sólida. Ahora me parece que estos apetitos han quedado claros. Los Cisneros son los únicos empresarios de la comunicación que formaron su emporio durante la existencia de la república y que no han sido perturbados por Chávez y el chavismo. En realidad, desde hacía muchos años estaban trabajando en socavar las reservas morales del país, de manera que Chávez debe haberlos visto como importantes aliados. De manera análoga, Piñera ha trabajo por desarticular la resistencia moral de Chile ante el asalto del movimiento totalitario que amenaza a esta república y que ahora lidera Bachelet.
Por todas estas consideraciones, me parece que los chilenos que comprenden la situación a fondo deberían quitar su apoyo político a Sebastián Piñera, sin darlo a ninguno de los otros candidatos comprometidos con la revolución. Es decir, a ningún candidato con excepción de José Antonio Kast.
Es muy llamativo que, habiendo obtenido Manuel José Ossandón un cómodo segundo puesto en las elecciones primarias de la Alianza, de inmediato la prensa haya intentado catapultar como el sucesor de Piñera en el liderazgo de la Alianza no a Ossandón, sino a Felipe Kast. Claramente los medios están comprometidos con la revolución, y un candidato que es verdaderamente católico como lo es Ossandón, les resultará antipático. También es llamativo la manera como Bachelet hizo sus pactos y jugadas políticas dentro de la DC para eliminar el liderazgo de Soledad Alvear, y crear una DC dócil a la agenda de la “Nueva Mayoría”, una coalición cuyo único fin pareciera haber sido el asesinato de la DC. La situación de Chile es tan peligrosa, se encuentra el país ante un abismo tan oscuro y profundo, que me parece que estos personajes y todos los demás que comprendan la situación, deberían olvidarse de banderías políticas y apoyar públicamente a José Antonio Kast. Yo creo que Manuel José Ossandón y Soledad Alvear han sido traicionados, respectivamente, por la Alianza y por la DC. Es hora de que ellos piensen en Chile, antes que en lealtades partidistas, que ya no existen.
Como filósofo, no me parece que deba estar comprometido con ningún movimiento político. Pero, cuando veo la situación de este Chile, mi Patria adoptiva, entiendo que no puedo quedarme callado. Bachelet quiere poner fin a la autonomía universitaria, a las instancias republicanas de discusión racional, al respeto a la vida, al matrimonio y la familia, quiere promover la subversión de la Araucanía y del Norte. La mayoría de los candidatos o bien tienen esa misma agenda o bien tienen una agenda que simplemente va a preparar el camino para que los marxistas vuelvan al poder en el 2022 con toda la fuerza que necesitan para asesinar la república. Por todo esto, me veo empujado a apoyar a José Antonio Kast.
Aun si Kast perdiera las elecciones en la primera o en la segunda vueltas (que no es seguro), si sacara un porcentaje importante de los votos, estaría cambiando el panorama político de Chile. Estaría anunciando a los totalitarios que, a pesar de todas sus maniobras y recursos, hay una minoría importante que va a resistir con todas sus fuerzas la imposición de la tiranía y la destrucción de la Patria. Esa minoría podría catalizar las fuerzas del pueblo chileno en el momento decisivo en que nos encontremos en la última encrucijada: en la dirección a que apuntan los medios de comunicación se hallarán la tiranía y la disolución de Chile; en la dirección en que apunten las aspiraciones de los chilenos se hallarán la libertad y la verdadera liberación. Entonces es posible que el valor y el buen juicio que hasta ahora ha demostrado este país cuaje en torno a esa minoría. Entonces, inesperadamente, ete pueblo podría infligir una nueva derrota a quienes ya están gustando con anticipación la venganza total que esperan alcanzar muy pronto contra la república que tenazmente ha rechazado siempre la pesadilla totalitaria.
Fuente: http://carlosacasanovag.blogspot.com/2017/08/el-panoramapolitico-de-chile-sebastian.html